Aisha la guerrera valiente

Esta primera entrada en mi nueva web, he querido que sea el cuento número uno del recopilatorio de cuentos inéditos que escribí en 2019, junto a mi segunda novela. En este blog encontrareis cuentos y otros escritos de elaboración propia, así como reseñas de novelas y reflexiones personales, os animo a participar.

En un país muy lejano, en uno que es muy diferente al nuestro, hace ya algunos años que nació una bebé muy especial. Al nacer casi todos los bebés lloran por cualquier cosa, porque tienen frío, o porque tienen calor, porque les entra hambre o porque tienen sueño, y también lloran muy fuerte cuando quieren estar cerca de su mamá o de su papá, pero esta bebé no lloraba nunca, cuando quería alguna cosa levantaba los puñitos para que sus papás supiesen que necesitaba alguna cosa. Le pusieron de nombre Aisha.

Aisha fue creciendo sana, fuerte e independiente, siempre rodeada del amor gigante de sus papás y de sus abuelitos. La niña no tenía hermanitos ni hermanitas, así que pocas veces podía jugar con otros niños o niñas, porque en su país había muy pocos parques donde salir a jugar.

Aisha era una niña muy buena que casi nunca daba disgustos a sus papás. Algunas veces, como cualquier otro niño o niña, Aisha tenía pequeñas discusiones con su familia porque no quería cepillarse los dientes o pelar zanahorias, pero en cuanto veía a alguien de su familia disgustado por su actitud egoísta, corría a pedir disculpas y hacer lo que le correspondía, porque la niña sabía muy bien, que nunca nadie la iba a querer como la querían los suyos.

Cuando comenzó a ir al colegio, Aisha descubrió todo un mundo nuevo en el que ella no era ya el centro de atención como en su casa, le costó un poquito al principio, pero enseguida descubrió que se lo pasaba mucho mejor en compañía y compartiendo con los demás que ella sola. En el colegio había un montón de niños y niñas como Aisha, a los cuales les gustaba jugar y organizar batallitas. A la niña le encantaba ser la jefa del grupo, pero no siempre podía mandar ella, porque había otros que también querían ser los que mandasen. También eso le costó aceptarlo, pero no tardó en descubrir que cada uno tenía algo que aportar y de ese modo, todos se divertían mucho más.

Un día su profesor les preguntó que cosa querían ser cuando fuesen mayores y tuviesen que tener un trabajo. Aisha solo tenía ocho años pero ya hacía mucho tiempo que ella sabía lo que quería ser. Algunas amigas suyas querían ser médicas para curar a los enfermos, bomberas para apagar incendios en los bosques, arquitectas para construir colegios más bonitos o carniceras para despachar en una tienda, los chicos en cambio, soñaban con ser ingenieros para construir aviones, pilotos de helicóptero para hacer misiones de rescate en el mar o conductores de camión para hacer viajes largos a otros países. A Aisha todos estos trabajos le parecían muy acertados, algunos divertidos, otros peligrosos, pero ella no quería ser nada de todo eso, ella desde siempre había querido ser guerrera.

En el pequeño país de Aisha hacía ya muchos años que no había guerras. De vez en cuando, el poderoso reino del norte amenazaba con invadir el país, pero nunca lo hacía. Algunos guerrilleros eso si, cruzaban en ocasiones el muro de la frontera por la noche, cuando todo estaba oscuro y no se veía apenas nada, y se llevaban gallinas y carneros del corral de los campesinos, que a la mañana siguiente cuando lo descubrían, se enfadaban muchísimo y se quejaban al rey de que no hiciese nada por defender sus gallinas y sus preciados carneros.

Aisha quería defender a los campesinos, y cuando se hizo mayor, tal y como era su deseo desde siempre, se hizo parte del pequeño ejército del país. Al principio fue muy difícil para la joven, porque ella era la única mujer del ejército y sus compañeros no la querían en sus filas, a ellos no les parecía bien que una mujer fuese guerrera como ellos, y se pasaban el día haciendo pequeñas jugarretas que molestaban y dolían mucho a Aisha. Ella era muy inteligente y no tardó mucho en entender que sus compañeros no la odiaban, era solo que temían lo que no entendían, como nunca habían habido antes mujeres guerreras, ese cambio les daba un poco de miedo y por eso se metían con ella. Aisha aguantó hasta que todos la aceptaron y comenzaron a darse cuenta de su valor, y de la gran capacidad de la joven para hacer buenos planes. También el rey que era el jefe del ejército se dio cuenta del mérito que tenía la muchacha, y comenzó a darle más responsabilidad y consideración dentro del grupo de guerreros.

Finalmente estalló la guerra entre el pequeño país y el reino del norte. En esos años el rey se había hecho viejito y ya no podía combatir. Como no tenía hijos ni hijas, puso al frente del ejército del país a la capitana Aisha, que era la más inteligente y valiente de todos sus soldados. El otro ejército era más numeroso y el día de la batalla, los guerreros de Aisha tenían un poco de miedo. Aisha que conocía bien a sus compañeros tenía que infundirles valor, así que se le ocurrió un plan.

Cuando era pequeña su padre le fabricó una moneda especial, porque él se dedicaba a fabricar dinero y ella siempre llevaba su moneda a todas partes desde entonces. Reunió a todos sus guerreros temerosos y les dijo:

“Sé que algunos tenéis un poco de susto, vamos a hacer una cosa, voy a tirar esta moneda al aire, si sale cara ganaremos la batalla y no tendréis nada que temer, pero si sale cruz, entonces… perderemos sin duda, ¿vale?”

El rey que estaba allí intentó detenerla pero no pudo, la moneda ya estaba volando por los aires y cuando Aisha la recogió, había salido cara. Ganarían la batalla. Los hombres se llenaron de valor gracias al resultado, estaban confiados y seguros de su victoria, así que cuando llegó la batalla, no lo dudaron y su victoria fue rápida y no hubo casi heridos. Nunca más el reino del norte le declaró la guerra al país de Aisha porque aprendieron, que aunque eran pequeños, no eran débiles, eran muy capaces de defender su país pequeñito.

Unos días después el rey habló con Aisha, le felicitó por la victoria, pero le riñó por haber confiado su suerte a una moneda lanzada al aire, entonces la muchacha confiada, sacó la moneda y se la enseñó al rey. La moneda tenía cara por los dos lados. Aisha le explicó al rey que de pequeña su papá le dijo; que en la vida nada es cuestión de suerte. Algunas veces en la vida, cuando las cosas se ponen difíciles y creemos que no podemos hacer nada, perdemos porque no luchamos, en cambio si creemos en nuestra victoria, nos esforzamos mucho para lograrla y será más posible que la consigamos, no por suerte sino por esfuerzo. Como el que Aisha había hecho toda su vida para ser quien ella había decidido ser.

El rey muy impresionado con la sabiduría de Aisha la nombró su sucesora y al cabo de unos años, la muchacha que quiso ser guerrera, se convirtió en la reina muy querida de su pequeñito país valiente.

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