El niño que perdió la guerra de Julia Navarro.
Cuando comencé a escribir reseñas sobre mis lecturas, me dije que solo posteaba sobre las que me gustasen, porque como escritor, pienso en lo que me dolería leer una crítica negativa y me decidí a no hacerlo. Después de más de 50 reseñas en los últimos años, ya ha habido un poco de todo y pensándolo bien, sí, es una crítica cuando lo es, pero mesurada y en todo caso, no deja de ser mi opinión, en mi web. Parece evidente por tanto, que hoy no voy a alabar la última novela de Julia Navarro; El niño que perdió la guerra, publicada por el sello Plaza y Janés en septiembre de 2024, sus 638 páginas no me han gustado en absoluto y que conste que me las he leído todas.
A Julia Navarro la he leído ya mucho, desde su primera novela: La hermandad de la Sábana Santa, de ella me he leído también: La Biblia de Barro, La sangre de los inocentes, Tú no matarás, De ninguna parte y mención especial para: Dime quien soy que me encantó. Vaya, es que fue esa obra la primera que leí suya, ahí descubrí a la autora y si la sigo leyendo, es por intentar encontrar de nuevo, la literatura maravillosa de esa, que fue su cuarta novela. El niño que perdió la guerra es el décimo libro de Julia Navarro, cuya obra se ha traducido en más de 30 países y vendido millones de ejemplares, así que vaya por delante, que aunque a mi no me haya gustado, es estrictamente cosa mía.
Una novela sobre fascismo y comunismo, dos caras de una misma moneda.
En el invierno de 1938, en plena Guerra Civil Española, sabiéndose perdida, en Madrid, el padre militante convencido comunista del niño de 5 años Pablo López lo envía a la Unión Soviética con Borís Petrov, comisario en la guerra que ya vuelve a Moscú. Piensa el padre que allí el niño vivirá mejor y que él y Clotilde, la madre que se opone al viaje, irán detrás.
El padre muere en batalla y la madre es encarcelada un par de veces, primero por comunista y segundo por tonta, porque otra cosa de esta novela, es que los personajes femeninos son irremediablemente tontos. El niño llega a Rusia y Boris se tiene que ir a defender Leningrado, porque estalla la Segunda Guerra Mundial. Al niño lo cuida y lo quiere Anya, más tonta todavía que la anterior, amante de la poesía prohibida, hija de un militar que ayudó a fundar las URSS y mujer de otro de alto rango pero poco menos que disidente política, todo muy poco sostenible narrativamente.
Incluso en los rincones más oscuros de la historia, la vida se abre paso.
Casi toda la novela se desarrolla en Rusia y una buena parte en el Gulag, porque como Anya ya he dicho que es tonta perdida, acaba en el Gulag, de donde saldrá para morir, que justo eso, el dramón, me ha gustado, pero el conjunto del libro no sabría cómo calificarlo. Tengo los nombres de las poetas rusas aborrecidos, metidos con calzador cada pocas páginas. Hay muchos ejemplos de porque no me ha gustado el libro, en las páginas 442 y 443 la comandante Vorobiova, se pone a darle a Petrov, una lección del papel de las mujeres en la guerra que no viene al caso o entre otros, en un interrogatorio, creo que es Anya, se pone a recitarle poemas al interrogador. Nada, que una historia que podría haber estado muy bien, me ha costado un esfuerzo tremendo terminármela, ninguna gracia, conversaciones irreales, no transmite nada y la trama no es creíble en absoluto. Es en mi opinión , un libro para adolescentes que desconocen esa etapa de la historia, para quienes nos gusta leer y leemos es muy insuficiente esta última novela de Julia Navarro.