Supongo que es un mal del que adolecemos todos los de letras, dárnoslas de listos y cultos. En el terreno de la literatura contemporánea, leer al eterno candidato al Nobel Haruki Murakami, es garantía de ser considerado un cultureta avezado. He vuelto a caer en la trampa. Pero lo he hecho a sabiendas, impelido a descubrir si el Premio Princesa de Asturias de las letras 2023 que se le otorgó al japonés, le había aclarado un poco las ideas y refinado quizá la prosa. Ni una cosa ni la otra.
- Otra novela infumable e incomprensible de Murakami.
¿Cuál es tú libro favorito? Le pregunta el periodista a la famosilla polioperada de turno, para el suplemento dominical de un periódico cualquiera. A lo que la famosilla, desnortada pero con unas nociones básicas responderá sin empacho que El Quijote por supuesto, aunque no sé lo ha leído claro, de hecho como la pongas en la coyuntura de discernir si el autor es Cervantes o Blasco Ibañez, se lo va a pensar. Bien, pues con el japonés Haruki Murakami, pasa lo mismo pero al contrario, en vez de prevalecer el nombre de alguna de sus con esta 27 novelas, el cultureta medio se ha quedado con el nombre, tan sonoro el, como sinónimo de obras profundas y con trascendencia, aunque pocos lo han leído de verdad. Me refiero de principio a fin. Comenzar a leerse La ciudad y sus muros inciertos es viable, lo jodido es llegar a la página 560. Yo he llegado para escribir esta reseña no por gusto, debiendo hacer un supremo esfuerzo de voluntad, porque la obra como la mayoría de lo que escribe Murakami es infumable. Por hacerme el interesante hace ya muchos años, por decir que conocía la obra de este laureado autor, me leí Tokio Blues, Norwegian Wood, porque en los títulos, el hombre que no quiere engañar a nadie, ya te está diciendo de entrada el tipo de libros extravagantes e incomprensibles que hace. Este primer título que me leí, que es por otra parte su obra más conocida, no me disgustó, así que me leí otras tres, a cada cual peor y más ininteligible que la anterior, hasta llegar a La muerte del comendador, la parte 1, que directamente no pude terminar de leer, porque al primer párrafo que leía, me invadida tal sopor que necesitaba refrescarme la cara para seguir despierto. Me dije que ya había tenido suficiente Murakami de por vida, pero se me olvidó y compré La ciudad y sus muros inciertos. Ahora si, a esta web pongo por testigo, que no vuelvo a leer a Murakami, porque para aburrirme y leer frases sin gracia que en conjunto transmiten algo que requiere probablemente la explicación de un experto, me leo las páginas de economía del periódico y obtengo el mismo resultado en una extensión menor.
- Una novela incomprensible, sin sentido aparente, redundante y escrita sin ninguna gracia.
En mi modesta opinión, habida cuenta de que prácticamente nunca critico negativamente ningún libro, me permito creer que hace muchos años, algún crítico importante de literatura, calificó a Murakami de genio y el resto, no se atreven a llevarle la contraria. Antonio Lozano, de La Vanguardia, decía: Leer a Murakami es una experiencia transformadora y tiene razón, transforma la experiencia maravillosa de leer, en un tedio insoportable, pero seguía: es adentrarse en un bosque, bajar a un pozo, pasear por un sueño. No sé si hemos leído a autores diferentes. Solo le voy a dar la razón en lo del sueño, porque La ciudad y sus muros inciertos, es una paja mental que me he leído hasta el final por si mejoraba en algún punto, sería (lo que he sido capaz de entender, poco) como un sueño. Pero uno malo de verdad, ahorrároslo. Avisados estáis, no quiero luego lamentos. El protagonista escribe la historia y se la cuenta a su amada, una cría de 16 años a la que dejó de ver cuando él tenía 17 porque de pronto desapareció. Ella le hablaba de una ciudad rodeada por un muro, que según parece es la conciencia, de ahí que sea incierto, porque es cambiante. Tanto desea el tipo reunirse con esa amada, que en un sueño termina por trasladarse a la ciudad esta, allí se dedica a leer antiguos sueños y ella le lleva una infusión. ¿Todo muy loco? Pues este es el rollo, aderezado con unicornios y tal. Bueno, el tipo sale de la ciudad, vuelve al mundo y establece una relación de amistad con el fantasma del ex director de la biblioteca de un pueblucho que él dirige en sustitución del finado y con un maromo medio asperger, que luego se traslada también a la ciudad para en el delirio supremo que es el final, fusionarse con el protagonista mordiéndole la oreja para no se sabe que coño. Ya veis, una obra de arte, no hay duda.