Viaje a Andorra para visitar Caldea

Hacía algún tiempo que no iba de viaje más allá de nuestras fronteras, por razones que ahora no vienen al caso. Soy un tipo eminentemente nómada. Me encanta Valencia, me siento cómodo en mi ciudad, pero al cabo de un tiempo de permanecer en ella, me siento atrapado, porque Valencia es pequeña, eso es así, es una ciudad pequeña. Por ese motivo de vez en cuando necesito ir a Madrid, a Barcelona, a cualquier sitio a más de una hora en coche de Valencia, para descongestionarme de ver siempre las mismas calles.
Este año que ya a punto está de terminar no me he movido apenas nada de la ciudad, pero he estado en Madrid y Barcelona claro, también en Granada y en algunas otras poblaciones menores por el camino. Pero necesitaba salir de España y el lugar elegido fue Andorra.

Ya había estado en alguna ocasión en el principado pirenaico, pero esta vez la excusa era visitar Caldea, el balneario espectacular insignia del diminuto país.
El viaje comenzó el 11 de diciembre en familia, como me gustan a mi los viajes. Nunca he viajado más cómodo que con mi familia a ningún lado, y eso que he tenido algunos viajes familiares que podrían parecer de todo menos cómodos, pero nada más lejos de la realidad, en mi familia somos de naturaleza bronca.

Llovía bastante y mi hermana a la que le da pánico no solo conducir, sino ir en coche, tuvo momentos de gran tensión. De Valencia a Andorra hay un trecho importante y salimos pasadas las 12 del mediodía, porque mi padre y yo somos autónomos, así que debemos ocuparnos lo primero de nuestros respectivos negocios.

Una grata sorpresa el restaurante Pau de Benicarló.

Comiendo en el restaurant Pau de Benicarlo
Un restaurante de la guia Michelin

A la altura de Benicarló paramos a comer, buscando en Google encontramos el Restaurante Pau, que, para nuestra sorpresa, tiene una mención en la guía Michelin. No tiene estrella por el momento, pero está en camino de conseguirla. Comimos un menú de 16 euros que estaba excelente. Concretamente yo, tomé crema de verduras, raviolon de rabo de toro y fruta natural con una presentación magnífica. La atención de la camarera fue exisita y en todo sentido, salimos de allí más que satisfechos con la recomendación de Google.
De allí, largas horas después aterrizamos en Epizen, el centro comercial ampliamente conocido por fumadores y aficionados a los espirituosos que hay más cerca de la frontera con España, parada obligatoria para cualquier consumista que se precie al ir o venir de Andorra desde España. Yo, yendo acompañado de mi madre y mi hermana no pude sustraerme a la parada. Tampoco me incomoda ir de compras la verdad.

Una vez finalizadas las compras, como ya eran más de las nueve de la noche nos fuimos al hotel. Un problema encontrarlo sin datos en el teléfono. La vida sin Google maps se torna inhóspita. Nuestro hotel estaba ubicado en la calle principal de Andorra La Vella, y cosa que no recordaba, no se puede aparcar gratis en ningún punto de la ciudad, todas las calles son de pago, y además no es nada sencillo encontrar donde aparcar.

Hotel Yomo Eureka, muy recomendable.

Preguntando se llega a Roma y finalmente encontramos nuestro hotel, el Yomo Eureka, que en Google no cuenta con las mejores valoraciones. No lo entendí desde que llegué, y es que las valoraciones son algo de lo más subjetivo. La atención del personal fue en todo momento magnifica, tanto en recepción como en el comedor, la habitación era grande, estaba limpia, bien cuidada, con una cama cómoda y un ambiente acogedor. La cena que hicimos en el comedor del hotel, muy correcta, rápida y magníficamente atendida. El desayuno del día siguiente abundante y variado. Ni un solo pero le pongo a este hotel, es más, lo recomiendo ampliamente por la buena relación calidad precio.

Caldea, una experiencia inigualable.

A la mañana siguiente, ya día 12 de noviembre, hacía algo de frío en la calle, al menos para los acostumbrados al templado clima mediterráneo. A las nueve de la mañana estábamos ya, junto con otras decenas de personas en las puertas del balneario Caldea, situado muy cerca del hotel escogido, en el centro de Andorra La Vella.
Caldea es un balneario con casi 30 años de historia, situado en un margen del río Valira que cruza Andorra. Es la primera vez que visito este balneario- spa, pero sin duda, no será la última, porque pasamos unas horas de lo más agradables. Caldea se divide en dos espacios, por un lado está la entrada general que se llama Termolúdico, que da acceso a las instalaciones generales del balneario y por otro lado está Inuu, que es otra parte del balneario reservada exclusivamente para público adulto. Nosotros entramos a Inuu y posteriormente fuimos a las instalaciones generales. Del termolúdico nos impresiono una laguna panorámica que está suspendida unos metros sobre el rio Valira y al aire libre, que se estrenó después de la pandemia. Todo el balneario es una maravilla, bien organizado, limpio, cuidado y en absoluto abarrotado, al menos en las fechas en las que fuimos nosotros.

La experiencia en Caldea es de cuatro horas, más que suficientes para salir de allí completamente relajado y revitalizado. Una vez finalizada la estancia en el balneario nos fuimos a buscar donde comer, y andando por la calle principal donde están todos los comercios en la ciudad, en frente de la pastelería Viena hay una especie de pasillo que conduce a varios restaurantes bastante escondidos, pero que estaban llenos, nosotros queríamos ir a uno que estaba lleno, y por no esperar entramos en el de enfrente: Les Barques. El menú costaba algo más de 13 euros, pero no entraba la bebida ni el pan, así que entre unas cosas y otras casi 20 euros. El servicio amable pero lento. La escudella catalana me pareció muy buena, pero claro, a mi cualquier cosa que lleve caldo me parece de entrada buena, por lo que mi criterio no puede ser tenido en cuenta. También a destacar la crema catalana del postre.

El resto de la tarde fue empleada en andar por esa calle abarrotada de comercios, entre ellos varias decenas de perfumerías. Desde luego compré perfumes de sobra para varios meses, porque están algo más baratos que en España, ya serían como las siete de la tarde cuando recogimos el coche y nos dispusimos a encontrar el segundo hotel del viaje.

Hotel Llop Gris, un hotel de montaña decorado de manera singular.

Este segundo hotel ya no estaba en Andorra La Vella sino cerca de Soldeu, más hacia la frontera francesa, concretamente en el Tarter, una zona muy frecuentada por aficionados al esquí. Yo nunca he esquiado, para un valenciano, ser aficionado al esquí resulta demasiado costoso y, además, soy alérgico al deporte de cualquier clase.
Justo antes de llegar al hotel paramos en la carretera que cruza el país, en un comercio que se identificaba como Fábrica de perfumes, todo decorado de color verde y que tiene en frente un restaurante Grill y un comercio de bebidas alcohólicas. Luego supimos que todo es del mismo propietario. Ya que estábamos allí, decidimos cenar en el restaurante Manacor, este que os comento que se identifica como grill. No es un restaurante apto para vegetarianos, ya que su carta, nada económica, se compone básicamente de carne de ternera. Hay otras opciones, pero si paras a comer o cenar aquí básicamente es para hacerte un chuletón. Soy persona de excesos y me pedí con mi hermana un chuletón de un kilo 200 gramos que estaba correcto, sin llegar a ser excelente. Un poco decepcionante la verdad, que tratándose de un restaurante especializado en carnes, el corte no fuera magnifico, porque no lo era, pero tampoco era malo.

Después de haber cenado lo de dos personas, llegamos al hotel Llop Gris, un hotel pequeño, con spa y muchas instalaciones acogedoras que desde el primer momento, me dio la sensación de haber sido decorado por un loco. Todas las instalaciones están salpicadas de cuadros, esculturas y pertrechos sin ninguna relación entre ellos, cada cosa parece haber sido escogida de manera aleatoria y situada en el primer lugar disponible. Sin embargo, pese a ello, el hotel resultaba simpático y cálido. La atención del recepcionista portugués fue maravillosa, la habitación más pequeña, estaba limpia, caliente y era muy cómoda. Lo mejor del hotel y lo más destacable era lo más importante, la cama, magnífica, muy cómoda. El desayuno al día siguiente resultó ser también variado y abundante y el comedor, como cabía esperar, con una decoración ecléctica que no desmerecía en nada al resto de la instalación.

Fueron un par de días maravillosos los que hemos pasado en Andorra. Ya en la mañana del domingo 13 nos volvimos a España y como conducía yo, erré la carretera y terminamos haciendo unos cuantos kilómetros más de la cuenta.

Si todo ocurre según tengo previsto, dentro de un año voy a hacer un gran viaje internacional, pero hasta entonces, lectura, escritura y mucho trabajo.

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