Gloriosa mendicidad de la lectura

Por Navidad me llegó un libro a casa de mi abuelo, con el cual vivo. Me lo enviaba Arsenio, un sacerdote redentorista, misionero, afincado ahora en Madrid, amigo de mi abuelo y al que aunque no tengo todavía la fortuna de conocer personalmente, siento como un amigo mío también. 

Sabiendo que me gusta leer, decidió apartarme de la espuria en muchos casos lectura de la novela en general, enviándome un libro que ya le confesé en su momento, no tenía pensado leer: Razones para la esperanza de José Luís Martín Descalzo. 

No tenía previsto leerlo por dos razones superfluas que denotan a las claras mi bajo calado como lector, a saber: la portada, a simple vista es bastante poco atractiva, y el autor: ¿Quién es ese Martín Descalzo? 

Bueno, como digo, no iba a leerme aquel libro, pero confluyeron un buen día una serie de razones que me abocaron a tomar entre mis manos el pequeño volumen. Por no dejarte con la duda de cuales fueron tales razones, estaba dándole la enésima oportunidad al Premio Planeta, como cada año, en ese día leía al finalista: Un océano para llegar a ti. Con ese título, la novela de Sandra Barneda no podía ser mala pensé yo, me equivocaba desde luego. No me la terminé de leer, pero no voy a darle más vueltas a esta obra.

No teniendo a mano otro volumen, decidí darle la oportunidad a: Razones para la esperanza. Viendo mejor la portada parece algo que germina, un brote de alguna cosa, tal vez trigo, tal vez esperanza. El autor ya fallecido, en el 91, justo cuando yo nacía; ¿qué me puede ofrecer?

El libro, un ensayo, es una recopilación de artículos publicados en el ABC. En el ABC ni más ni menos, diario de ideología muy claramente definida y diametralmente opuesta a la mía pero oye, hay que leer de todo, y a falta de pan… ¡qué maravilla de tortas!

Desde el primer artículo quedé extasiado ante la contundencia de una prosa conmovedora y arrolladora, el dominio de un lenguaje con el que crea sentencias humildemente contundentes y una clarividencia de ideas, que da igual si es en el ABC o en El País ya quisiera yo para mí.

Cada artículo merecería sin lugar a dudas su reflexión, y no será supongo esta, la última vez que aquí lo mente, pero hoy quería hablar del cuaderno 25 que termina diciendo: Yo vivo de esta gloriosa mendicidad de la lectura. Se titula: Vivir con veinte almas y he decidido hablar de este en concreto, porque aunque me han maravillado prácticamente todos los cuadernos de este gran hombre, siendo este un blog literario, no podría presentároslo mejor que con este.

Martín Descalzo habla de sus vacaciones, que las está preparando, las preparaba entonces vaya, y cuenta que su elección fundamental era decidir que autores quería que le acompañasen, que obras iba a llevarse para leer esos días de asueto. Claro, la mayoría en vacaciones queremos cosas mundanas como playa, fiestas, tal vez montaña, pero: ¿leer? Eso dice, y no puedo estar más de acuerdo con él, pretendía leer para nada, para que la maravilla que es leer le fecundase y multiplicase el alma.

Yo he leído muchísimo para nada, y si algo lamento respecto a la lectura, es que no tendré tiempo en la vida, seguro, a leer todo lo que quisiera poder leer, también un poco, aunque menos, no tener la hondura intelectual que me permita leer y entender obras de mayor calado y alcance.

En fin, seas o no seas cristiano, esta obra: Razones para la esperanza, es, al menos en su mayor parte, también para ti, porque sus reflexiones universales, te enriquecerán, te llenarán de ganas de vivir, de luchar, de esperanza en que mañana, probablemente, verás más claro lo que hoy no entiendes. No tengo más o menos esperanza por leer este libro, pero me ha ayudado y es que en definitiva, como proclama el escrito, soy un mendigo de la lectura y esta, ha sido una gloriosa limosna.

Janu Huerta. 

 

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